domingo, 16 de marzo de 2014

Comentario de texto


Pero hay todavía una última razón, entre las que a mí se me ocurren, que abona la utilidad de la diversión artística en los hombres de ciencia, y es la ventaja del uso literario del lenguaje para lograr la exacta expresión científica. Es evidente que un buen escritor, si es además un sabio, posee el instrumento de expresión de su sabiduría en mayor medida que el que escribe obscuramente. Y, en la ciencia, la forma con que se reviste la verdad forma parte de la verdad misma. No es, pues, cualidad accesoria, sino esencial. La verdad es, por sí misma, por definición, clara, y el arte de la claridad es, por consiguiente, factor científico de primera categoría. La mutua influencia entre la ciencia y el arte es doble. La literatura científica, que tiene que ser, por fuerza, exacta, diáfana, elemental, es el gran modelo para la retórica del escritor de oficio. Se ha dicho y es cierto, y yo lo he repetido muchas veces, que a ciertos literatos les curaría la redacción del pensamiento científico de su propensión a ser gárrulos* e imprecisos. Pero es también importante la ventaja inversa, la que obtendrían los hombres de ciencia de una disciplina literaria. La belleza puede, en efecto, subsistir a pesar del desorden, de la desproporción, de la obscuridad en una obra literaria; mientras que la verdad, que es el argumento de la obra científica, exige la transparencia, el orden y la esquemática armonía. Un escritor claro es, sin quererlo, maestro de la ciencia de la verdad, y, por lo tanto, hombre de ciencia.

Gregorio Marañón, La Medicina y nuestro tiempo
*gárrulo: persona habladora o charlatana.

CUESTIONES
1. Haga un comentario de texto del fragmento que se propone contestando a las preguntas siguientes:
a) Enuncie el tema;
b) indique la estructura del texto y justifique su respuesta;
c) detalle las características lingüísticas del texto;
d) indique qué tipo de texto es.

domingo, 2 de marzo de 2014

Ejercicios de la oración simple


  1. Precisamente ahora está vacante el sillón de Don Benito el Garbancero. Valle Inclán
  1. A Martín le invadió una alegría muy grande. Cela
  1. Me viene ahora el recuerdo de las noches en la calle de Aribau. Carmen Laforet
  1. ¡Ya podía haber llegado una contestación de Londres! Max Aub
  1. Se le iluminó de claridad dorada toda la cabeza. Ramón Pérez de Ayala
  1. Añade muy poco a la virtud la carencia de vicios. Antonio Machado
  1. Entre la luz íbamos ciegos. José Hierro
  1. Lo encontraron a la mañana siguiente, muerto entre sus ovejas... Alejandro Casona
  1. Daniel, el Mochuelo, escuchaba las palabras del Moñigo todo estremecido y anhelante. Miguel Delibes
  1. Acabo de tocar una de las notas esenciales de la novela policíaca: su carácter estrictamente intelectual. P. Laín Entralgo
  1. Yo he optado resuelta­mente por esta segunda operación. J. Ortega y Gasset
  1. ¡Líbralos, Señor, de todo mal! Alejandro Casona
  1. Señora ama de casa: convierta usted en fuerza motriz la vitalidad de sus niños. Juan José Arreola
  1. Este derecho no podrá ser limitado por motivos políticos o ideológicos. Constitución Española
  1. Y aquí, en la callejita, suena el ruido argentino, alegre, de los martillos sobre el yunque. José Martínez Ruiz, Azorín
  1. Odilia se paseaba por los caminos del monte con su escopeta y su perro «Plutón». Pío Baroja
  1. Se insultaban el picador y el contratista con amistosa tranquilidad. V. Blasco Ibáñez
  1. Después de muchos siglos, el hombre se ha convertido también en un fabricante de monstruos. Manuel Vicent
  1. A mí no me gusta nada todo ese rollo de la novela negra. M. Vázquez Montalbán