Pero hay todavía una
última razón, entre las que a mí se me ocurren, que abona la
utilidad de la diversión artística en los hombres de ciencia, y es
la ventaja del uso literario del lenguaje para lograr la exacta
expresión científica. Es evidente que un buen escritor, si es
además un sabio, posee el instrumento de expresión de su sabiduría
en mayor medida que el que escribe obscuramente. Y, en la ciencia, la
forma con que se reviste la verdad forma parte de la verdad misma. No
es, pues, cualidad accesoria, sino esencial. La verdad es, por sí
misma, por definición, clara, y el arte de la claridad es, por
consiguiente, factor científico de primera categoría. La mutua
influencia entre la ciencia y el arte es doble. La literatura
científica, que tiene que ser, por fuerza, exacta, diáfana,
elemental, es el gran modelo para la retórica del escritor de
oficio. Se ha dicho y es cierto, y yo lo he repetido muchas veces,
que a ciertos literatos les curaría la redacción del pensamiento
científico de su propensión a ser gárrulos* e imprecisos. Pero es
también importante la ventaja inversa, la que obtendrían los
hombres de ciencia de una disciplina literaria. La belleza puede, en
efecto, subsistir a pesar del desorden, de la desproporción, de la
obscuridad en una obra literaria; mientras que la verdad, que es el
argumento de la obra científica, exige la transparencia, el orden y
la esquemática armonía. Un escritor claro es, sin quererlo, maestro
de la ciencia de la verdad, y, por lo tanto, hombre de ciencia.
Gregorio Marañón, La
Medicina y nuestro tiempo
*gárrulo: persona habladora o
charlatana.
CUESTIONES
1. Haga un comentario de
texto del fragmento que se propone contestando a las preguntas
siguientes:
a) Enuncie el tema;
b) indique la estructura
del texto y justifique su respuesta;
c) detalle las
características lingüísticas del texto;
d) indique qué tipo de
texto es.